PLAYTIME
Capilla de La Trinidad
Museo Barjola
Exposição individual
18 de Novembro de 2013 a 9 de Fevereiro de 2014
Curadoria: Lydia Santamarina Pedregal
Gijón - Espanha
«Los
últimos trabajos de Rui Macedo revelan una sugerente reflexión acerca del
espacio expositivo en relación con las obras. Las salas de exposiciones y, en
algún caso, de museos, se han convertido para él en un objeto de especulación
estética. No se trata de transgredir los modelos de representación implícitos
en todo discurso expositivo sino de algo mucho más interesante, de buscar los
límites y las fisuras que presenta la aparente neutralidad del espacio de
exposición.
Lo que
Rui Macedo va revelando en sus exposiciones son diferentes aspectos de su
particular concepción del arte. En el fondo, se trata de conformar un universo,
por minúsculo que sea, ordenado según las normas que él mismo establece, como
un microcosmos. La posible condición de reflejo de una idea más amplia es lo
que el artista ha abordado con valentía en alguna exposición, como la que
tituló La totalidad imposible,
presentada en el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Demasiado sabemos que aquella
expresión es cabalmente cierta; el último empeño de integración fue el de los
ilustrados del final del siglo XVIII,
capaces de reunir en un solo prisma los conocimientos de los diferentes
aspectos del mundo.
La
fragmentación que esa aspiración ha sufrido a partir de entonces, de modo
progresivo, de Goethe hasta hoy, es una de las claves de la cultura
contemporánea. En ese panorama algunos artistas, sin embargo, plantean el núcleo mismo de su
actividad en la cavilación acerca del objeto artístico. Esto es resultado de la
reflexión acerca de sí misma propia de
la cultura moderna que, de modo más notorio y revelador, se ha dado precisamente
en el arte. Otros ponen el énfasis en el modo de presentarse el objeto
artístico, obra de creadores anteriores, con el que establecen una relación
concreta. Por una parte esta atención a la manera de exponerse ha acabado por
tener mayor importancia aparente que el propio objeto artístico. Por otra, es también
consecuencia de la aparición de las poéticas de la expansión del arte fuera de
su ámbito. A menudo, como en este caso, el artista las orienta hacia una
referencia histórica, con la voluntad de construir significados nuevos. Así, la
intervención se realiza no sólo en salas de exposiciones temporales, sino en el
interior mismo de los museos, donde se altera el orden o la presentación de las
obras, o se introducen, en muchos casos, las propias obras de los artistas que
las relacionan con esas otras creaciones anteriores. Es curioso que, al menos
en el primero de estos casos, se vuelva, pero de muy otro modo, a aquella
práctica que, en los orígenes de la institución museística reservó la instalación de las colecciones a
los artistas.
La tarea de Rui Macedo es,
en cambio, mucho más analítica, pero a partir de su análisis realiza un
desplazamiento poético. Desde el aspecto más puramente físico del cuadro, el
artista estudia los ilusionismos que provoca la representación pictórica, las
contradicciones derivadas de su adecuación material a las dos dimensiones y la
ficción representativa de la profundidad. Estudia también el marco, cuyo
trampantojo le sirve para poner de manifiesto la contradicción entre el objeto
y la representación. Sirve además como límite convencional de lo representado,
que el artista podía transgredir desparramando fuera de él los objetos
representados, como hizo en su serie Contemplar.
El marco como límite, de 2008. El marco, junto con la ventana, quebrados
ambos en su función ilusionista, parecen una vuelta de tuerca a la conocida
serie de Magritte.
(...)
Aborda
ahora un espacio muy diferente, el de la antigua capilla barroca del palacio de
Jove Huergo de Gijón. En este edificio, buen ejemplo del barroco del siglo
XVII, aún clasicista, abierto al culto todavía hace tres décadas, se transformó
después en 1989 en sede singular de exposiciones temporales del Museo Barjola
de Gijón y ha albergado desde entonces una gran diversidad de instalaciones. Esta que, bajo el título Playtime, ha preparado Rui Macedo, es una de las que con mayor
lucidez ha considerado el conjunto.
El
artista ha partido de la idea, acuñada por el historiador Johan Huizinga, del juego como expresión
misma de una cultura rica y libre. Como en otras ocasiones, el espacio
inicialmente sagrado se ha convertido en un espacio de juego, pero este no ha
perdido en absoluto la antigua dimensión espiritual, ahora transformada. Rui
Macedo ha hecho radicar en esta metamorfosis el origen mismo de su instalación.
Esta se inicia con un Bodegón de una
granada. Entre todos los géneros pictóricos el bodegón es sin duda el que manifiesta
con mayor claridad el carácter más ilusorio de la realidad y el que mejor finge
su apariencia, expresando además la transitoriedad de lo visible. La
representación del marco y su passe-par-tout
en trampantojo resaltan aún más ese carácter de juego entre ficción y realidad.
En él la granada, atributo de Perséfone, simboliza la regeneración, vale decir,
la posibilidad de una nueva ficción a través del arte, pero también de la
continuidad de la creación. Además, es el símbolo del inframundo, en el que
reina Hades, esposo de Perséfone, y de la sucesión de las estaciones. El
artista ha relacionado esta obra con el árbol integrado en el propio espacio
del palacio de la Trinidad capilla cuyas hojas comenzaron a caer en los días en
que preparaba la exposición.
De ahí el artista pasa a mostrar una escala
de madera junto a un una pintura que representa unas alas desplegadas. De lo
subterráneo hasta lo aéreo, esta sucesión hace pensar en la aspiración espiritual
propia del arte. Las alas son atributos también de los mensajeros, o mediadores
entre los dioses y los hombres, como los propios artistas. En ambos sentidos las
alas se relacionan con los ángeles. De hecho el artista titula esta obra After How to meet an angel, en
referencia a un proyecto en el que ya en 2000 trabajaban
los artistas ucranianos Ilya y Emilia Kabakov, y que dio lugar en 2009 a una
importante instalación, recordada por Rui Macedo. Los Kabakov la utilizaron en
relación con hospitales, como alusión a los procesos de curación, en los que la
buena disposición de ánimo - el mirar hacia el cielo- es esencial. La escala
alude también a la acción de trepar y, en este sentido, es una metáfora de la
lucha por el triunfo. Más específicamente, es una alusión a la lucha de los propios artistas por una alta
consideración, o por llegar a algún lugar con su obra. Pero por otra parte la
escala se hunde en la propia tierra, como en el conocido cuadro de Joan Miró Perro ladrando a la luna, para llegar al
cielo. Esta vinculación con la tierra se lleva al propio terreno local, pues Macedo
construyó su escala con troncos de árboles de los alrededores de Gijón. Y la
escala se apoya en el muro septentrional de la capilla, por el que ascienden
los peldaños, hacia un lugar de sublimación espiritual.
Finalmente,
el artista culmina su transformación del espacio con la intervención en el
testero de la capilla titulada, justamente, Playtime.
Con cincuenta y dos cuadros pintados en el muro o colgados sobre él, cada uno
con su marco y su passe-par-tout
fingido, recubre toda la superficie disponible. Enmarcado por los dos edículos
tallados en piedra con acusados salientes en los muros norte y sur del
presbiterio, el lugar en el que se disponía el altar aparece como una
superficie multicolor repleta de sugestiones, donde Macedo incorpora diferentes
géneros de la pintura, desde la vanitas
al interior y el paisaje. El espacio central inferior aparece pintado fingiendo
una ampliación hacia el fondo al que tres bandas de prohibición del paso
impedirían virtualmente el acceso. Esa habitación fingida, cuyas ventanas
abiertas dan a su vez a un espacio exterior sin precisar, es visible desde la
calle, en el eje mismo de la magnífica portada de la capilla. De este modo, desde
afuera se percibe una sucesión de espacios que culmina en el último, totalmente
ficticio. Aquí el juego óptico de las
perspectivas aparece como principal motivo, pero también la idea de
intangibilidad del interior, al que finalmente no es posible acceder. Sin
embargo, es justamente ese último espacio, en el corazón mismo de la antigua
capilla, el lugar inmaterial que la pintura provee en el que ocurre la más
profunda transformación, con un sentido inmaterial, del ámbito arquitectónico. Es
el tiempo del juego sensorial e intelectual, después de aquel otro tiempo mucho
más prolongado, cargado de resonancias religiosas, que vivió esta capilla de la
Trinidad durante trescientos años, cuyo eco se percibe, transformado con
sensibilidad e inteligencia, en esta intervención de Rui Macedo.»
Excerto do texto de catálogo Tiempo para el Juego de Javier Barón